Platón
dijo o, al menos, dicen que dijo -en esto de las citas me estoy haciendo cada
vez más escéptico- algo así como que los sabios hablan porque tienen algo
que decir y que los tontos hablan porque tienen que decir algo. También se afirma
-insisto en mi conversión a incrédulo- que Einstein manifestó que todos
somos tontos y que la diferencia entre unos tontos y otros está en que algunos saben
que lo son y otros no.
Dijese
quien dijese, en caso de que las dijese, las citas que acabo de reproducir en
el párrafo anterior; haciendo uso de mi libertad de expresión, quiero
aprovecharme de las mismas para tratar de trasmitir mi opinión acerca de los
acontecimientos que, recurrentemente, se vienen produciendo las últimas noches
en distintas posiciones de España a raíz, o con el pretexto, del
encarcelamiento de quién creyéndose artista acabó siendo un simplón y muy torpe
delincuente.
Y
es que, el hecho de pasarme las horas de los días viajando entre juzgados e
inmerso en recursos y resoluciones judiciales que, en su inmensa mayoría,
obedecen a asuntos penales y penosos, hace que, sin ser un reputado experto en
la materia, uno se vea tentado a aleccionar a quien, siendo totalmente ajeno a
la ciencia jurídica, además, comete la torpeza de combinar dos herramientas que
sirven para iluminar las taras intelectivas que tanto abundan por según donde;
la ignorancia más profunda y la soberbia más estúpida.
Sólo
así puede explicarse que, bajo las banderas de unos conceptos que defienden
unos valores loables -véase la bien entendida libertad- unos “valientes” alevosos,
siempre bien acompañados por una multitud de su especie, se dediquen a apedrear,
a agredir a policías, a tronchar el
mobiliario público y privado que encuentran a su paso, y a crear barricadas en defensa de una
supuesta libertad de expresión que, según señalan, le ha sido arrebatada a un
pobrecito titiritero que el único mal que ha cometido en su vida es el expresionismo
de su incomprendido arte.
Pues
bien, con rabia contenida por no poder detenerme a remedar el concepto de arte y
el concepto de derecho que tienen algunos despistados, parece evidente que,
para la piara de memos descrita unas líneas atrás, el hecho de regodearse públicamente
de las víctimas del proyecto aniquilador nazi o el de alentar a diario a la insurrección,
a la violencia, o la comisión de actos criminales contra personas concretas a
través de las redes sociales, debe ser una suerte de tonada navideña cuyas
consecuencias, en ningún caso, deben quedar enmarcadas dentro de ese conjunto
de normas, principios y valores -llamado ordenamiento jurídico- que sirve para
regular la organización del poder y las relaciones de los ciudadanos entre sí y
con sus derechos y obligaciones.
Y
así, sólo así, se explica que unos niños que no temen contagiarse ni contagiar
el virus que puede matar a sus padres o a sus abuelos, creyéndose héroes hormonados,
tengan la genial idea de juntarse noche tras noche para jugar al Call of Duty intentando
derribar a quienes, desgraciadamente, con su existencia también defienden a aquellos
que merecerían quedar desamparados a la sola merced de los cuidados de sus
camaradas. Y así, sólo así, se explica que algunos politicuchos, que viven del
sueldo reunido con los impuestos de todos, se dediquen a escenificar su odio y su
rencor generado por ristras de complejos aplaudiendo los actos vandálicos de
quienes, sin saberlo, actúan como vasallos medievales y alabando la posibilidad
de expresar lo que, al margen de la libertad, evidencia que el libertinaje del ácrata
que vive de todos alcanza unos límites grotescos.
En
fin… ¡que le vamos a hacer! Unos cuantos “ricochets” en las huecas cabezas de
los empedradores no vendrían nada mal. Con
suerte, si hay buena puntería, podría descubrírsele a esos tontos, que todavía no saben
que lo son, la tozuda realidad. Mientras tanto, su héroe les espera en su nuevo
hogar.
Coloradín
Perborato.
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