En una etapa
vital como la que hoy gobierna a mi cuerpo y a eso a lo que algunos quisieron
llamar alma, es decir cuando la juventud, aun estando presente, ya no es tan
evidente como para resultar insultante a aquellos que la vieron escapar tiempo
atrás, uno aprende a cumplir años de manera diferente. Así, sin buscarlo, cambian
las prioridades que antes, cuando eran más insensatas, se movían por unos
sentimientos que tienden a estabilizarse en una suerte de semejanza de calma
chicha serena que sólo se turba en situaciones especiales cada vez menos
frecuentes.
El tiempo pasa
y con él llegan circunstancias que sustituyen a otras que, cuando no se olvidan,
sobreviven en unos recuerdos más o menos fidedignos. El valor de las cosas se
relativiza al tiempo que uno, si no es un necio, está obligado a revalorizarse.
Así, dejando
correr al reloj, llegan momentos de pesar que nos hacen reflexionar. Estos días
malos, en los que las mascarillas se han convertido en escudo de muchos,
accesorio superfluo de otros y atrezo tedioso de casi todos, los que valoramos
la gracia del poder pensar caemos en las preguntas recurrentes que han inquietado
a semejantes de tiempos pasados y que, sin duda, gravaran la existencia de aquellos que nos
sustituyan mientras sigan resultando semejantes a nosotros.
Alguien en quien se fija mi querer saber,
cuando todavía respiraba, al ser preguntado por el sentido de la vida, dijo que
éste radicaba en seguir viviendo, asumiendo, eso sí, que dicha respuesta no era
tal cosa en tanto en cuanto no adivinaba el cómo.
Con
falta de kilómetros, de experiencias y de sorpresas pendientes de un destino
incierto, mi respuesta es fácil. El sentido de la vida radica en lo desolador
que suena alejarse de los paisajes, de las gentes y de las ideas que
entretienen y despiertan sensaciones que permiten vivir a ese instinto de
supervivencia que a todos se nos ha regalado.
A
todos los que estén leyendo esto, solo puedo agradecerles el tiempo concedido y
desearles que encuentren y mantengan vivos esos paisajes, esas gentes y esas
ideas que llenan un tiempo efímero en el que me complace haberlos encontrado.
Coloradín Perborato.
Buen escrito, y con la relatividad del tiempo y si con suerte aprendemos algo, todas las edades tienen lo suyo de bonito, de misterio, de penas, de todo como en botica
ResponderEliminarMuchas gracias Carmen por alentarme con comentarios tan positivos siempre. Comparto totalmente tu reflexión. Un abrazo
Eliminar