Señora Libertad de Expresión, ¿conoce usted a ese tal Diálogo?


“Yo no creo en el diálogo, el diálogo es imposible; vamos… imposible, imposible, absolutamente imposible (…)” espetaba un muy enérgico, ya octogenario, Gustavo Bueno a un frustrado contertulio suyo en un antiguo programa dirigido por Sánchez Dragó en el que se conversaba sobre las tesis defendidas en su, por aquel entonces, último libro El Mito de la Izquierda.  Esta afirmación que, por si sola, viniese de quien viniese, me hubiese sorprendido, al proceder de un sabio como el profesor Bueno me impactó tanto que pronto me vi obligado a detenerme para, concienzudamente y dentro de las limitaciones que me reconozco, tratar de encontrar ese sentido que, a bote pronto, no hallaba a semejante aserto.

- ¿En qué lugar quedaba el método didáctico de Platón después de tal aseveración?

- ¿Estaba Gustavo Bueno desautorizando al que, para él, según había declarado en muchas ocasiones, era el padre de la filosofía?

Aunque las respuestas verdaderas a estas preguntas se habrán ido a la tumba con el profesor, parece verosímil, y yo tiendo pensar, que los tiros no van por dónde sugieren las interrogantes que ahora planteo, sino que, más bien, al contrario.

Después de mucho discurrir, he llegado a la conclusión, y asumo el riesgo de equivocarme, de que lo que el profesor astur-riojano estaba sugiriendo con aquella declaración era que la semántica no acertaba en nuestros días a tratar debidamente el concepto de diálogo.

Si nos acercamos al significado etimológico -diálogo significa algo así como “a través de la palabra”-, si sabemos que Platón “usaba” el método del diálogo para llegar a la verdad confrontando discursos racionales, y, por último, si partimos de la base de que el autor de la polémica era un materialista radical; entonces podemos presumir que, en el fondo, lo que estaba insinuando el filósofo es que la depreciación de la palabra había alcanzado semejante grado que, como consecuencia, ésta debía dejar de ser considerada.

Yo, que ni soy Gustavo Bueno ni tengo su formación, creo que renunciar al diálogo es renunciar a la supervivencia de la especie humana. A través de la palabra apreciamos los peligros que ocasiona su uso indiscriminado, y, entre estos peligros, está el confundir al hablar por hablar con un tal Diálogo a quién cada vez conocemos peor.

Pero, dicho lo cual, ¿por qué la palabra se habrá degradado como si de una determinada moneda en tiempos de inflación se tratase?

A mi juicio, la respuesta está en las tesis de otro sabio difunto también poco escuchado; José Luís Sampedro. Éste decía que el hombre libre primero razona y luego se cree lo que ha razonado, y que sin libertad de pensamiento ni hay democracia ni la libertad de expresión tiene valor.

Pues bien, parece claro que la escuela de nuestros días -la televisión, las redes sociales y los demás dimes y diretes- en la que nos educamos y en la que tratamos de educar antepone la libertad de expresión a cualquier otra cuestión.   

En fin… ni libertad, ni diálogo, ni democracia. 

"La filosofía es un silencioso diálogo del alma consigo misma en torno al ser" Platón. 



COLORADÍN PERBORATO.




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