Los sonidos del silencio.


Antes de publicar este artículo, y ante el negro devenir que se le presenta a mi yugular, he pasado mucho tiempo pensando en un mecanismo de protección que me permitiese sobrevivir a los futuros ataques que, sin duda, sufriré.  Tras descartar, por no tenerlos a mano, el uso de carlancas o de collares usej, pensé en encomendar mi porvenir a uno de aquellos encomiables soldados yanomamis que, en su día, nos descubrió don Félix Rodríguez de la Fuente.  Desgraciadamente no he sido capaz de contactar con ningún miembro de la tribu del Alto Orinoco, y aprovechando que entre mis lecturas de cuarentena está alguna relectura de Cervantes, me he fiado de don Quixote “(…) si los perros ladran Sancho, es señal que cabalgamos” y he decidido echarme al ruedo sin más protección que la de mi conciencia.

Hace pocas semanas, nadie, o casi nadie, podía imaginar lo que estaba a punto de pasar. En cualquier lugar de España -como Madrid, Corcubión o Peraleda del Zaucejo- éramos ruidosos, no disponíamos de las horas de nuestros días y, todos, sin excepción, aquejábamos multitud de males a una rutina que ahora consideramos dichosa. Pero, de pronto, todo cambió. Un virus, al que nos obligaban a subestimar, ha conseguido calmar, en ciertas latitudes, el ruido de un mundo que tiene que enfrentarse a la mayor amenaza contra la salud pública conocida por gran parte de la raza humana contemporánea.

Millones de personas se confinan en unas viviendas que, forzosamente y sin atender a especificidades cualitativas, se transforman en hogares; las calles y las plazas de nuestros pueblos y ciudades relucen gracias a la disminución de atrezos inconscientes; los animales pierden el miedo a reconquistar lugares que algún día fueron suyos; y muchos semejantes luchan sin descanso para tratar de abatir a un virus cabrón que rompe vidas de vivos y muertos. La referida disminución de ruido permite que, mientras todo esto pasa, los hombres más afortunados tengamos a nuestro alcance la oportunidad de escuchar la música de un silencio con un gran registro de sonidos.

Desde una posición casi regia, observo frente a mí a un pesquero de bajura que está a punto de llegar a puerto. ¿De dónde vendrá? No creo que haya ido mucho más allá de las Islas Lobeiras, del Monte do Son o del Centolo, pero… ¿quién sabe? Hoy la mar está calmiña, sopla un inofensivo viento del sur y la falta de nubes regala distintos tonos de azul a una ría que, aun viéndola todos los días, Anaconda y yo, añoramos más que nunca.  Mientras sigo observando el paisaje que tengo ante mí, me sorprende un primer sonido que, irrumpiendo en el pequeño retiro silencioso del escritor aficionado, es provocado por unas cuantas gaviotas. Varios miembros de esta familia de aves marinas se presentan ante mis ojos mientras, en el aire, bailan y cantan con más fuerza que nunca. Resulta fascinante poner la mirada en un vuelo ligero que rezuma felicidad. El segundo sonido, que mi tosco oído aprecia, es el que proyectan, con bastante más finura, unos tímidos mirlos y gorriones que conviven entre sí jugando al escondite en el jardín de casa. Los barcos y las aves me recuerdan que el movimiento es libertad, una libertad ahora amenazada por un runrún provocado por el desconocimiento y la desconfianza.   

La belleza del afable paisaje amenizado por aquellos cantos ornitológicos también me lleva a reflexionar sobre el trato que, los seres humanos, dispensamos al silencio. Hace varios años don Joaquín Achúcarro, genial pianista español, participó en una conversación organizada por la Fundación Juan March en la que desvelaba emocionado como, después de más de ochenta años de vida y con más de sesenta de carrera profesional, había descubierto la importancia del silencio gracias a Beethoven. El maestro vasco de la cuerda percutida explicaba que el grandioso músico alemán, en el cuarto movimiento de una de las sinfonías más célebres de la historia de la humanidad, había dado a los silencios un protagonismo tan esencial como desconocido.




Mientras en la naturaleza primigenia, ajena a cualquier intervención humana, los silencios siguen siendo armas que dan vida al mundo animal arcaico, en nuestro hábitat postizo y de constante transformación rehusamos escuchar la música del silencio. Una música que, por cierto, siendo inofensiva y rica en matices, tiende a asustarnos.
Sin embargo, el deber moral que todo hombre de bien debe tener con los muertos, los enfermos, las gentes golpeadas por un mal cercano y los trabajadores infatigables que no paran de luchar por el prójimo, exige que, los suertudos como yo, escuchemos bien lo que pasa para que, con nuestras acciones u omisiones, impidamos que algunos sacrílegos atenten contra una religión universal; la música.

“La música es mi religión y debería ser la religión de todos” Teresa Berganza

Las casas llenas de gente, los aplausos diarios, las donaciones de distinta índole, los voluntariados, las ayudas vecinales, las canciones que resuenan en balcones y muchas otras realidades desconocidas hasta ahora, comparten con la música el don de la emoción y la convivencia con un silencio que nace de su ausencia.

Sin embargo, el silencio también se rompe para dejar paso a un ruido que debemos denunciar y combatir con toda nuestra fuerza. Es un ruido desagradable, y totalmente inoportuno, provocado por las inaceptables intervenciones propagandísticas que, de forma reiterada, está haciendo un desvergonzado Gobierno, nacido de la mentira y absolutamente incapaz de hacer el bien. Estas intervenciones, por mucho que cueste, pues sus interventores no están precisamente dotados de una elocuencia ciceroniana, deberían analizarse con detenimiento en las aulas de todos los colegios, institutos y universidades de nuestro país.  Con ellas, toda nuestra cantera debería adquirir un vasto conocimiento sobre tres conceptos tan importantes como repugnantes; el cinismo, el autoritarismo y la censura.

La poca esperanza que tengo en las generaciones venideras, teniendo en cuenta la tendencia involutiva en la formación de los nuevos sobre los viejos y que el contenido ofrecido por la mayoría de los medios de comunicación es repugnante, me hace estimar muy pertinente el referirme ahora con brevedad a estos tres conceptos. Lo haré precisamente a través del mal ejemplo que el (des)Gobierno nos regala todos los días.

§   La desvergüenza en la mentira burda, cualidad propia del cínico, rutila en el poco rostro que la mayoría de los miembros del Gobierno tienen. En todas, absolutamente todas, las intervenciones recientes del Fraude de la Moncloa, del Castor de Galapagar y de Abalorios Falsos, las palabras cursis emitidas en pianissimo pidiendo el apoyo de todos -no de todos y todas- y arrogándose la autoría causal de la buena respuesta social a una crisis sin precedentes, son el claro ejemplo de que unos jetas, incapaces y malos nos toman por imbéciles.

Un Doctor Cum fraude llegado a la Moncloa -para cambiar un colchón- mediante una moción de impostura sustentada en una Sentencia judicial recurrida, y que, ahora, se mantiene en el cargo gracias a los muchos votos de ingenuos que hoy no pueden dormir por las noches, entre otras muchas razones, por tener a Pablo Iglesias de Vicepresidente del Gobierno; un Vicepresidente renegador de su origen -Vallecas- y de unos “principios” que sucumben ante un sillón “manchado de cal viva” que le permite mantener una mansión; y, por último, un risueño impostado con la mente en Venezuela al que le importan más las Fallas de Valencia que los miles de muertos; nos piden que les apoyemos sin poner ninguna condición.

Aceptar esa petición, sería asumir que ha sido la divina providencia la que ha querido que España fuese, en términos relativos, el país del mundo peor parado ante la pandemia.
Sin entrar a juzgar las intenciones de la divina providencia, parece razonable pensar que haber promovido concentraciones masivas peligrosas para la salud pública, haber reaccionado mal y tarde a la llegada del virus, haber comprado material inútil, ralentizar y disponer sobre la entrega de todo el material a las CCAA, y un largo repertorio de despropósitos inexplicables, han sido bromas de muy mal gusto que merecen el mayor reproche posible.

Ni apoyo a un Gobierno negligente e ineficaz, ni acepto que se rían de las victimas diciendo que España ha sido el país en el que se han tomado las medidas más restrictivas cuando, sencillamente, es falso.

§   Churchill decía que la democracia era el peor sistema creado por el hombre con excepción de todos los demás. El pasado 14 de enero, en este mismo foro, publiqué un artículo “Matar a Montesquieu” en el que me refería al posible nombramiento de Dolores Delgado como Fiscal General del Estado como un atentado contra la separación de poderes que volvía a hacer que España fuese, cuarenta años más tarde, una dictadura. Pues bien, desgraciadamente, el nombramiento se hizo efectivo y con él la consagración de un nuevo régimen autoritario.   

La flamante Fiscal General del Estado, Excelentísima Sr. Delgado, ha debutado en el cargo queriendo honrar a las más de 3.000 personas fallecidas en residencias de ancianos. Para ello, ha considerado que lo más oportuno era decretar el archivo de la investigación que había abierta para esclarecer las referidas muertes que, ahora, parecen no merecer la verdad.

Con esta medida, se hace evidente que este supuesto Gobierno “democrático” trata de escribir el relato de una historia oficiosa que buscaran imponer en la aulas, televisiones y redes sociales a una sociedad que deberá someterse y comprender lo grandiosa que ha sido la gestión de unos pobres gobernantes que tuvieron que dirigir el barco de España en época de temporales. Lamentablemente el temporal lo estamos sufriendo con el peor Capitán y la peor tripulación imaginable.

§ Cristina Fernández de Kirchner, personaje bastante siniestro, pronunció durante su último discurso presidencial una frase que causo mucho revuelo; “la palabra mesura tiene sonido a censura.

Desgraciadamente, nuestro Gobierno socialcomunista no ha querido conformarse con imaginar a que sabe el papel del censor. Miguel Ángel Oliver, Secretario de Estado de Comunicación, ha aceptado la golosa propuesta de decidir quién y qué es lo que se puede preguntar al Gobierno.

El control de los medios de comunicación no es algo nuevo. Siempre han existido, y todavía existen, gobiernos que mandan en los medios de comunicación para conseguir que la gente hable de lo que ellos quieren que se hable. Sin embargo, el Gobierno al que Rubalcaba, sin conocerlo, denominaría como Frankestain, ha conseguido hacer algo totalmente innovador.

Es el Gobierno quien pregunta al Gobierno. Eso sí, para intentar disimular, siempre cae alguna “pregunta” trampa; tiene apariencia de dura, pero es una María.  

Como decía más arriba, el poco respeto personal que merecen quienes comandan este despropósito, ha hecho que algunos, todavía muy pocos, hayan decidido sublevarse contra esta ficción infantil.

Celebro esperanzado que medios como el ABC, El Mundo, Okdiario, La Razón o Libertad Digital hayan renunciado a participar de la farsa que trataban de imponer los inmaduros que jugaban a ser los papás de una sociedad infantil que, una vez más, ha demostrado estar muy por encima de ellos.
Un tercer sonido, crumbatrumbapumbarumba, me hace advertir que tengo que ir terminando. En esta ocasión no logro averiguar con exactitud de que se trata, no es un sonido nítido y está desafinado; es ruido.   ¡Eureka!... don Quixote y los ladridos.


Q.E.P.D. aquellos que perdieron la batalla contra el virus, con el deseo de que, allá dónde vayan, sepan escuchar los sonidos del silencio. Aquí, en la tierra que sembrasteis, os estamos cantando el Cant dels Ocells y el Aurtxo Polita.



En veure despuntar el major lluminar, en la nit més joiosa
els ocellts cantant a festjar-lo van amb sa veu melidrosa.
Els ocellets cantant a festjar-lo van amb sa veu melidrosa.

L'ocell rei de l'espai va pels aires volant cantant amb melodia
dient Jesús és nat per treure'ns del pecat i dar-nos alegria.
Dient Jesús és nat per treure'ns del pecat i dar-nos alegria.
Cantava la perdiu. Me'n vaig a fer el niu dins d'aquesta establida
per veure l'Infant com està tremolant en braços de Maria.
Per veure l'Infant com està tremolant en braços de Maria.

Haurtxo polita zera, eskan hago
zapi txuria hasi bero
Haurtxo polita zera, eskan hago
zapi txuria hasi bero
Horregatikan ene potxolo
Alde egin nathian dago
Horregatikan ene potxolo
Alde egin nathian dago

COLORADÍN PERBORATO.

Comentarios

  1. Excelente artículocon el que me identifico plenamente

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    1. MNe gustaría conocer su nombre para personalizarle mi agradecimiento. No obstante, muchísimas gracias de verdad por su comentario.

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