Hace
8766 días , después de haber cedido el paso cuatro veces -la última tan sólo unos
cuarenta minutos antes-, por fin me tocaba a mi asomarme a la vida física. Era el último de la prole de dos personas que
hacía tan sólo tres años y medio no tenían descendencia ni, según creo, había
siquiera atisbo de ella. Esa
madrugada otoñal, debía estar tan apático que Sonsoles, mi hermana melliza,
aceptó que fuese yo quien tuviese el honor de sellar la saga de los Brandariz
Luchsinger rompiendo la escuadra que ella misma había conformado minutos antes
de mi nacimiento junto a mis hermanos Bea, Chonita y César.
Sin
entrar en reflexiones personales que no vienen al caso, es un hecho probado que
el entorno es uno de los factores que más influye y conforma la personalidad de
una persona. En mi caso, sin duda, el hecho de haber nacido en una familia poco prototípica, y además siendo el último miembro de la misma, me ha hecho ser la cosa que voy
siendo. Pues bien, ahora con
veinticuatro años de experiencia, siento un impulso para reflexionar sobre el
papel.
El
tiempo me ha dado muchas cosas y creo que también me ha quitado otras. No soy
economista ni tengo la vocación de serlo, pero haciendo uso de la jerga de
quienes sí lo son, si tuviese que hacer un balance de pérdidas y ganancias vital debo decir que vivo en un
superávit de récord. El deber está casi vacío frente al copioso haber que llena
mi experiencia vital. He llegado a creer que los problemas son pura teoría o
bien mal explicada o mal comprendida que en la práctica no tienen cabida posible.
El
tiempo ha puesto frente a mi básicamente personas, animales y lugares que
poco a poco va quitando y que, en medio
de eso juego del dar y el quitar, despierta nuestros sentimientos.
En
relación a las personas las hay que son más o menos afines a nosotros e
incluso, en algunas ocasiones, la afinidad no llega a plantearse por falta de
recursos o incomparecencia física. Las personas se sitúan en el escalón más
elevado de nuestro entorno que, como ya he adelantado, es lo que a mi juicio conforma
nuestra personalidad. En un primer momento, el tiempo nos presenta a nuestros
padres, hermanos y demás familiares de sangre o de convivencia que componen
nuestro primer refugio protector. Más adelante nos presenta a personas con las
que nos interrelacionamos con intensidad intermitente y que, a veces, llegan a
ser del todo olvidadas. Pronto, la escuela supone, al mismo tiempo, zona de
refugio protector y zona de independencia en lo relativo a las relaciones
sociales ajenas al entorno familiar. Por
último, la providencia en forma de veranos, trabajos, deportes y otras
casuísticas diversas complementa nuestro círculo social. El tiempo también nos
hace conocer a personas con las que no hemos podido coincidir en tiempo y forma
por haber desparecido físicamente antes de nuestra comparecencia pero que, sin
duda, nos enseñan a su manera.
Pues
bien, hasta el momento, mi suerte ha sido suprema y creo muy sinceramente no haber podido obtener balance más positivo que
el que me acompaña.
Gracias a todos.
Los animales
son los maestros que nos pone a nuestro paso la naturaleza y que complementan, de distintas maneras, nuestra formación en el camino de la vida. Los
animales y las personas tenemos la particularidad de interrelacionar entre
nosotros sin llegar a conocernos del todo bien y por eso nos enjuiciamos sin
celo los unos a los otros. Sin embargo, a pesar de los prejuicios y de los
problemas de comunicación propiciados por la falta de codificación de un
lenguaje común, somos capaces de
convivir enseñándonos cosas. Los hombres creo que tenemos un ego que nos lleva
a asumir un papel de supremacía que, cada vez más, dudo nos pertenezca.
Por
último, los lugares son el ingrediente imprescindible para explicar y comprender mejor tanto a las personas como a los animales. Los lugares
por si solos pueden transmitir sentimientos de toda condición pero tienen un
poder de asociación que los convierte en mágicos. A sabiendas de que me falta
casi todo por conocer, me congratulo de haber conocido lo que conozco y que me
ha acogido como mi hogar.
Somos
poca cosa y tenemos poco control. Sabiendo esto solo queda que la resignación
no nos eclipse del todo y sepamos valorar todo lo valorable que nos acompaña
siempre y por lo que yo, ahora y aquí, doy las gracias.
COLORADÍN PERBORATO.
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