Nosotros los políticos.


Nosotros los políticos...








Desde hace ya un tiempo, la ristra de eventos que componen el día a día de un ciudadano español medio "de bien" ha crecido. Juego a caballo ganador cuando afirmo que no tanto tiempo ha que el desayuno, la comida y la cena eran los componentes más seguros de la rutina de tal y de cual. No me quemo tampoco si afirmo que esa realidad es en nuestros días incompleta, pues la justicia, ya sea social o judicial, ha dado paso al espectáculo rutinario de detenciones y menoscabo de la mal llamada clase política que dicen y decimos nos dirige, convirtiendo así las retransmisiones de dichos eventos sociales en la más fiel compañía de las campurrianas, la "birra", el cafe, o la siesta.

Recuerdo vagamente -pues ni soy, ni fuí, estudiante de libro brillante- haber aprendido hace ya algunas lluvias como en las democracias más viejas y esenciales, Grecia y Roma, de las cuales decimos congratularnos, no todos los habitantes eran ciudadanos ni, por ende, podían votar.
También recuerdo aprender el concepto de etimología gracias a la explicación gráfica de que senado viene de senatus y éste a su vez de senectud. Es decir, los más viejos del lugar eran los honorables capaces de ostentar los poderes en los pueblos tal y como, más modernamente, defiende el refrán que enfrenta al viejo con el diablo. Todavía hoy, paseando por las vías de la cittá eterna, podemos observar cierto grado de solemnidad en el mobiliario público (alcantarillas, farolas, papeleras...) presidido por las iniciales SPRQ "Sentatus Populusque Romanus"

Pues bien, a raiz de estas cuestiones históricas surgen en mi ciertas dudas que trato, a continuación, de exponer en negro sobre blanco.

  • ¿A que expectativas responde la fijación de una edad mínima de derecho a voto? 
  • ¿Debe establecerse también una edad máxima? 
  • ¿Hay que controlar la capacidad (cultural, emocional, gnoseológica, psicológica...) del potencial elector?
  • ¿Están los medios de comunicación influidos?
  • ¿Gobiernan los medios de comunicación?
  • ¿La información está al servicio de los medios o son los medios los que están al servicio de la información?
  • ¿Somos nosotros quienes exigimos al gobernante o más bien somos medio de presión de,  y para,  los medios de comunicación?
  • ¿Exigimos lo que no hacemos? 

No pretendo responder a estas preguntas de forma científica, no sabría hacerlo. Pero tal vez sería interesante que nos parásemos a pensar qué es lo que hacemos para que las cosas funcionen como funcionan o no funcionen como nos gustaría. Criticamos a los "corruptos" sin saber diferenciar a los condenados judicialmente de los condenados mediáticamente, pero... ¿qué más dará?
Todo es vergonzoso pero no nos leemos -yo el primero- las sentencias que confirman o desmienten "nuestra" ferviente indignación. 

Vivimos tiempos nuevos conocidos, la Historia es cíclica y, tal vez, irremediable. No obstante ciertas obligaciones llaman a algunas puertas. Me resigno a aceptar ciertas afirmaciones que conduzcan a pensar que los jóvenes de hoy somos los más preparados de nunca. Somos los más preparados en no saber escribir, hablar y, lo que es más grave, en no saber ni poder pensar.  Por lo tanto nuestra utilidad práctica, al igual que la de plebeyos o esclavos, es la resignación obediente.   

Reconozcamos la existencia de un nuevo poder originario para poder así poner palos en las ruedas.  El poder mediático,  poder originario al que antes me refiero,  está corrompiendo al poder judicial que a su vez corrompe a la clase política y social. Por lo tanto en el ideal de la lucha contra la corrupción empecemos a destruir el núcleo de la misma dando a los medios de comunicación la importancia y credibilidad que tienen. Para satisfacer todo lo dicho hay que querer pensar,  pero... pensándolo bien, no debemos pensar demasiado porque entonces nuestro prisma de visión se irá obscureciendo más y más y volveremos a necesitar usar las gafas cegadoras de moda para no advertir que la corrupción es al hombre como el aire a la tierra, alimento fundamental. 


           “El ánimo que piensa en lo que puede temer, empieza a temer en lo que puede pensar”

(La Escuela de los vicios de Quevedo, es una crítica la corrupción de nuestros días con la particularidad de haber sido escrita en el moderno siglo XVll)

JBL


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