Y, por fin, estamos obligados a presumir de sopranos.


    Apuntar que, durante muchísimo tiempo, España ha sido un país fértil en cantantes líricos de primerísimo nivel no es descubrir el oro.  El gran público, si es que todavía existe en el mundo de la lírica, tiende a olvidar la existencia de aquellos cantantes de la era premediática, limitando su conocimiento sólo a aquellos que, por haber convivido con las filmaciones gráficas y las grabaciones sonoras, han tenido la posibilidad de perdurar en nuestras tabletas y ordenadores.




 

     Así las cosas, y aunque parezca absurdo tener que señalarlo, la lírica nacional existía mucho antes de que Plácido Domingo llegara al mundo. De hecho, cuando los padres del más internacional cantante lírico que ha dado nuestro país todavía no eran siquiera un proyecto, ya desfilaban por los más importantes teatros líricos del Mundo maravillosas voces españolas como las de Elvira de Hidalgo (maestra de María Callas), Mercedes Llopart (maestra de Alfredo Kraus), Conchita Supervía, José Mardones o Julián Gayarre.

 

    Por lo tanto, antes de entrar en el tema que se anuncia en el título, desde mi modesta y vulnerable posición de simple aficionado apasionado, quiero reivindicar el conocimiento profundo de la historia de la lírica para, de una vez por todas, desmontar ese sentir popular tan generalizado que suele reducir el valor de ésta a la existencia de María Callas o de los Tres Tenores.

 

      Aclarado lo anterior, y entrando de lleno ya en el tema que nos ocupa, es indudable que la cuerda de soprano también ha encontrado en nuestro país a muchas de las mejores representantes que podía tener. Ya se ha mencionado arriba algún ejemplo al que, además, me gustaría sumar el de las voces de Victoria de los Ángeles, Pilar Lorengar, Montserrat Caballé, Mercedes Capsir, las hermanas Ofelia Nieto y Ángeles Otein, Isabel Penagos, Lina Huarte, Isabel Rey, Ángeles Chamorro o, entre otras muchas, Consuelo Rubio.

 

      Por desgracia, entre las desventajas que un melómano de veintiséis años y medio de vida puede encontrar a su juventud, está el hecho de no haber podido disfrutar en directo de la práctica totalidad de las sopranos mencionadas. Y es que, lamentablemente, llegó un día en el que el nivel de la lírica pareció decir ¡basta! y sumergirse en un descenso vertiginoso que ha hecho que, en general, las gentes de mi generación nos hayamos tenido que resignar a representaciones de un nivel realmente mediocre.

     

    Lo que acabo de señalar lo defiendo allá donde haya que hacerlo porque, sencillamente, mi experiencia me legitima para ello. Y es que esta realidad objetiva, además de preocupante, conlleva unas consecuencias gravísimas que, como digo, he podido experimentar en mis propias carnes.  Al caer el nivel de la lírica, los jóvenes no se sienten atraídos a conocerla y, por esta razón, los empresarios se ven obligados a adulterar el espíritu de los compositores atentando contra escenografías y ambientaciones infames con el único propósito -totalmente erróneo- de modernizar intentando ganar dinero atrayendo a quienes terminan por ser más retirados.

 

        Dejando lo negativo a un lado, de un tiempo a esta parte observo esperanzado y con total ilusión la llegada de grandes voces nacionales, muy especialmente voces de sopranos, que hacen pensar en una prudente remontada muy añorada por apasionados como yo.

 

        Así, y aún a riesgo de olvidarme o desconocer algún nombre que mereciera ser mencionado, quiero dedicar este artículo a cuatro jóvenes sopranos españolas que elevan la lírica nacional a un nivel que había sido olvidado. Ellas; Sabina Puértolas, Saioa Hernández, Ruth Iniesta y Marina Monzó, son la ilusión de algunos que creemos que la lírica -bien hecha- es la quintaesencia de las artes escénicas.


    Sabina Puértolas: Estoy deseando que llegué el día 13 de marzo para poder volver a escuchar a una soprano aragonesa que destaca por ser total dominadora del repertorio belcantista. Es una soprano lírica con mucha voz, relativa facilidad en la zona aguda y con un centro brillante que destaca por un vibrato muy apreciable. Sin embargo, es, de las cuatro seleccionadas, la menos conocida por mi y creo que tan sólo he podido escuchar en directo su Tabernera del Puerto (alternándose en el papel de Marola con Marina Monzó), su Doña Francisquita y el Elisir D´Amore que cantó junto a Javier Camarena en el Teatro Real. En ambos papeles zarzuelísticos demostró una soltura actoral y vocal indudable, pero, sin duda, su Adina fue lo que más conquistó. Es cierto que en la Francisquita no ayudó nada la intolerable puesta en escena y la alteración de una trama que fue saqueada por un muy desafortunado Mario Gas.



 

    Saioa Hernández: Probablemente, a día de hoy, es la soprano española más internacional de todas. La voz de esta soprano madrileña es, sencillamente, un portento de la naturaleza que le permite afrontar de la mejor manera los papeles escritos para sopranos spintos o  dramáticas. Es una voz inmensa y se mueve como pez en el agua entre las dos tesituras; creo, muy sinceramente que, en lo suyo, a día de hoy solo puede competir con ella la maravillosa Diana Damrau. Impresionante el Ballo in Maschera que cantó el pasado septiembre en Madrid superando, incluso, al ya maravilloso que hizo hace pocos años en La Coruña compartiendo escenario con Marina Monzó en el papel de Oscar. Tengo verdadera curiosidad por escucharle cantar Norma, Gioconda y Otello.




     Ruth Iniesta: Es, junto a la última, a la que más veces le he escuchado cantar en directo. Su caso es muy curioso porque pasó de ser cantante de musical -y micrófono- a cantante lírica y, en muy poco tiempo, se hizo paso como una de las más destacadas sopranos del panorama actual. Impresionante su Ascensión en la reciente producción de la del Manojo de Rosas que protagonizó en el Teatro de la Zarzuela junto a Carlos Álvarez como Joaquín. También he escuchado su Château Margaux, su Viejecita y su Violeta en la Traviata del Real. Tiene un centro de voz precioso, con mucho volumen y una de las más perfectas dicciones que yo he escuchado en los últimos tiempos. Pronto cantará en el Teatro Monumental de Madrid la misa en Do Menor de Mozart que creo que, lamentablemente, me tendré que perder por un viaje irremplazable. Todos los lunes, cuando no surgen problemas ferroviarios impeditivos, hace unos directos en Instagram en los que se muestra muy cercana a todos sus admiradores y responde a todo lo que se le pregunta.




      Marina Monzó: Esta soprano valenciana es la más joven de todas las mencionadas y, sin embargo, su carrera ya empieza a ser brillante. La escuché por primera en una gala benéfica, promovida por su maestra  y antes citada Isabel Rey, que se celebró en el Teatro Real hace unos cinco años. Ahí canto el “caro nome” del Rigoletto y el dúo “La ci darem la mano” del Don Giovanni con Carlos Álvarez; emitiendo una voz de soprano lírica-ligera que ya se ha ensanchado mucho transformándose a lírica pura con algún toque de spinto. Tiene mucha voz y, sobre todo, la tiene perfectamente colocada, destacando por un timbre realmente bonito, por una técnica en la respiración insuperable y por una facilidad en la coloratura totalmente inaudita. Maneja muy bien la parte escénica y lo puedo afirmar porque la he visto cantar el Oscar del Ballo in Maschera, la Marola de la Tabernera del Puerto en Madrid y Valencia, la Zerlina del don Giovanni que se representó este invierno en el Teatro Real y un maravilloso concierto, dedicado a Manuel García, celebrado en petit comité en el ambigú del Teatro de la Zarzuela. Hasta el momento destaca por cantar un repertorio, casi, puramente belcantista y en youtube se puede disfrutar, entre otras cosas, de unas Bodas de Fígaro que son un bálsamo para los oídos.

 




    En definitiva, hay que estar muy atentos al porvenir de estos activos que tiene la lírica española y tratar de cuidarlos con el mayor mimo posible. Ojalá, pronto, se sumen muchos otros cantantes que vuelvan a poner a la ópera y a la zarzuela en el lugar que merecen; permitiendo así que los jóvenes que ya somos aficionados podamos extender a nuestro círculo el arte lírico con los argumentos de los que, hasta ahora, se nos había privado.

 

 



COLORADÍN PERBORATO.


 

 

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